
Si se elige cruzar un río, nadie puede garantizar que al hacerlo sus pies no chocarán con alguna piedra. Elegimos hacerlo porque forma parte de lo que es valioso en nuestra vida, pero… ¡¡¡cuidado de no quedar atrapados en el presente, por un resultado específico en el futuro.
Hay personas que no tienen los valore muy claros, por lo tanto no hay dirección a la que ir ; también puede haber otras, cuyos valores expresados, son aquellos socialmente muy bien vistos y se ocultan, a sí mismos, otros más problemáticos. Por último hay otro tipo de sujetos que ponen sus dificultades emocionales como impedimento para conseguir ciertos valores ( lo haría si no me pusiera tan nervioso).
Por lo tanto, hemos de ir clarificando nuestros valores. Para ello, en nuestro apartado de actividades, pondremos en marcha un «autobús» muy particular, lleno de pasajeros molestos, en él iremos en «dirección al norte», y con la ayuda de una «hoja de ruta» avanzaremos hacia ese «punto en el horizonte» afortunadamente inalcanzable. Pero no iremos solos, nos acompañará «el tábano de Sócrates«, que, de manera a veces dolorosa, nos ayudará a aclarar las cosas.
Pues bien, una vez que tenemos claro si valoramos o no el horizonte de “la otra orilla del río”, es importante no confundir esa dirección que deseo para mi vida, con una razón que doy para actuar, o no actuar. Dicho en otros términos, las razones no justifican nuestro comportamiento. Una forma de ilustrar esto son los ejercicios de elección descritos en el apartado de actividades. Las razones no son valores, suelen ser decisiones basadas en reacciones mediatizadas por algo que nos presiona a corto plazo, como no pasar frío en el río, no tener incertidumbre (inseguridad, miedo) mientras cruzo, e incluso pensamientos de futuro como ¿seré capaz de hacerlo? ¿y si fracaso?, que no son fáciles de soportar por muchos de nosotros.
La decisión supone unas razones para hacer algo, y si estas varían se justificaría romper el compromiso, o ¿no llegar a comprometerse si no se está seguro?. ¿O comprometerse a medias por si las razones cambian?
Sin embargo, la elección compromete más en el proceso que en el resultado.
La elección implica todo o nada, no valen medias tintas. Si me muestro débil y cedo, pierdo. Toda elección implica un coste emocional y jamás se puede tener la seguridad de acertar.
Una técnica muy interesante para ello es “el entrenamiento en estrategia de metas (GMT)”, con el apoyo del mindfulness. Esta es una herramienta para trabajar la aceptación (habilidad a enseñar) en terapias y contextos educativos: atención al ahora, más actitud no valorativa (curiosidad, aceptación).
Félix Parajón
Colegiado O-00594